EL consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia y juventud es un problema social que va aumentando, tanto por el número de bebidas adquiridas, como en el de su graduación alcohólica, ya que se quiere convertir estas un producto de libre distribución y para esto se facilita su acceso. Actualmente la accesibilidad de los jóvenes a estas es cada vez mayor, a pesar de las prohibiciones impuestas de su venta a menores.
En la medida que el alcohol proporciona a los jóvenes una serie de efectos o consecuencias positivas, y el joven los interpreta como un beneficio, dichos efectos se convierten en motivos de consumo. La juventud, como regla general, no asocia el consumo de alcohol con los problemas que de él pueden derivarse, ellos esperan del alcohol cambios positivos globales como facilitador de expresividad emocional, desinhibido y potenciador de las relaciones sociales, y a la vez no creen que dicha sustancia tenga consecuencias negativas, influyendo considerablemente en un mayor consumo durante el fin de semana, donde las relaciones interpersonales se intensifican.
Por eso anticipar los "efectos positivos" y no las verdaderas consecuencias negativas, conlleva a que se produzca un mayor consumo social. Esta consideración positiva hacia el alcohol, hace que este mismo sea reconocido como una droga socialmente aceptada y de amplia difusión, lo que hace que los adolescentes, en un amplio porcentaje, no valoren el alcohol como una droga.
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